domingo, 3 de noviembre de 2013

Reflexión sobre los profesores

Voy a dejar un fragmento del libro que me ha gustado mucho, que me hizo recordar a los profesores que he tenido a lo lago de la vida. También hago una breve reflexión, basada en mis propias experiencias, sobre la forma de dar clase que tienen los profesores.

El fragmento del libro es el siguiente: 

"Basta un profesor —¡uno solo!—para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar a todos los demás. Es, al menos, el recuerdo que conservo del señor Bal. Era nuestro profesor de matemáticas en bachillerato. Desde el punto de vista de la gestualidad, lo contrario de Keating; un profesor muy poco cinematográfico oval, diría yo, con una voz aguda y nada especial que atraiga la mirada. Nos esperaba sentado a su mesa, nos saludaba amablemente y, des de sus primeras palabras, nos adentrábamos en las matemáticas. ¿Con qué estaba hecha aquella hora que tanto nos retenía? Esencialmente con la materia que el señor Bal enseñaba y que parecía habitarle, lo que le convertía en un ser curiosamente vivo, tranquilo y bueno. Extraña bondad, nacida del propio conocimiento, deseo natural de compartir con nosotros la «materia» que arrobaba su espíritu y de la que no podía concebir que nos resultara repulsiva, o sencillamente ajena. Bal estaba amasado con su materia y sus alumnos. Tenía algo del ánimo cándido de las matemáticas, una pasmosa inocencia. La idea de que pudieran montarle un buen follón jamás debió de ocurrírsele, y las ganas de burlarnos de él nunca nos pasaron por la cabeza, tan convincente era su gozo al enseñar.

Sin embargo, no éramos un público dócil. Ni demasiado cordiales, como si todos hubiéramos salido del basurero de Djibuti. Recuerdo alguna pelea nocturna, en la ciudad, y ajustes de cuentas internos, todo menos tiernos. Pero, en cuanto cruzábamos la puerta del señor Bal, parecíamos como santificados por nuestra inmersión en las matemáticas y, pasada la hora, cada cual regresaba a la superficie mathematikos".

En este fragmento del libro podemos ver que para Pennac lo impotante no eran las matemáticas, ni los examenes, sino la calidez y la bondad con la que su profesor los envolvía para dar su clase de matemáticas. A través de la forma de dar clases del profesor Bal, Pennac se sintió atraído por esta matéria y le interesó mucho mas prestar atención a las cosas que tenía que transmitir el señor Bal para su enseñanza, que estar pensando en la siguiente travesura.

Hay muchos profesores como el serñor Bal con los que sientes una conexión especial debido a su forma de transmitir la enseñanza, ellos son los que hacen el esfuerzo de introducirte en su mundo para que nuestro propio beneficio sea el de aprender, pero tambíen hay otros muchos profesores a los que por desgracia no les interesamos lo mas mínimo. Solo se dedican a dar sus clases, sin importarles si las cosas que estan transmitiendo han llegado de verdad a las personas que los escuchamos o simplemente han quedado en el aire de esa clase y los siento mucho por si no estabas atento pero es tu culpa, la materia esta dada y ahi te quedas...


1 comentario:

  1. Me gusta la parte que has escogido, de hecho es la misma que la que seleccioné yo. Considero que en ella se narra la importancia de un buen profesor, que sepa involucrar a sus alumnos y despertar en ellos el deseo de aprender.
    Los profesores son muy importantes y en muchas ocasiones culpables de nuestro destino, tanto en un sentido como en otro. Cuantos más profesores como Bal, más posibilidades tendremos de decantarnos por el camino correcto, al menos eso es lo que opino.
    Un saludo.

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